Esta frase de Pitágoras es demoledora. Lo dijo hace 2.500 años, así que nos debería haber dado tiempo para reflexionar sobre ello y darnos cuenta de que, efectivamente, en la educación está la clave de que la sociedad mejore o empeore, de que el futuro sea peor o mejor.
Pero no. Haciendo oídos sordos al conocimiento de nuestros ancestros, seguimos preocupándonos más por los adultos que por los niños.
- Anteponemos nuestra carrera profesional a la educación de nuestros hijos.
- Nos importa más que el colegio de nuestros hijos sea trinlingüe a que sirva para ayudarnos a educarles en los valores humanos en los que nosotros creemos (si es que creemos en alguno).
- Pasamos tan poco tiempo con nuestros hijos, que realmente no tenemos el control de su educación. Preferimos dejarlo en manos de la televisión o de la chica que le cuida por las tardes (y no por demérito de la chica, si no porque su misión es cuidar, no educar).
Pero luego, cuando nuestros hijos se hacen mayores, nos sorprende su comportamiento despegado, irrespetuoso o irresponsable. Y no pensamos que, cuando ellos fueron niños, nosotros fuimos igual de despegados, irrespetuosos e irresponsables.
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